Y este artículo, cuya lectura propongo, es un caso palmario.
Andamos todos entre perplejos y soliviantados por el hecho de que, "pese a la que está cayendo", pese a la miseria intelectual de los planteamientos de lo neoliberales, pese a la miseria moral de muchos de sus representantes, pese a lo descarnado los hechos y la conciencia de que nos están “arrinconando”, no somos capaces de “reaccionar”.
Y sin embargo no se nos ocurre otra cosa que culparnos a nosotros mismos (los ciudadanos de “a pie”) de todos nuestros males, por considerar que somos unos ignorantes y unos vagos que no movemos un dedo por defender lo que es nuestro.
Y eso es cierto, y habremos de meditar sobre ello y hacer algo.
Pero, sin pretender quitar gravedad a esa autocrítica, también los “dirigentes”, “representantes” o como queramos llamarles, de “la Izquierda”, deberían hacer un severo examen de conciencia sobre lo indigno del ejemplo que nos dan, tanto con su condescendencia (cuando no connivencia) con los poderes “del dinero” como con su “estilo de vida”
Nos escandalizamos de que los votantes del Partido Popular hagan piña con sus corruptos y les revaliden en las urnas y no somos capaces de ver que nosotros hacemos exactamente igual con “los nuestros”
Así nos luce el pelo.
De eso va el artículo de Ignacio Ramonet que, a mi juicio, pone el dedo en la llaga de nuestra propia miopía.
Miopía que, en tanto no la corrijamos, nos hará caminar “a tientas” y llevarnos soberanos coscorrones contra el “muro de la realidad”
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